El fotógrafo, ¿nace o se hace? Mi propia historia.

Inicios

Siendo hoy el día internacional de la fotografía he reflexionado acerca de este tema, dando mi opinión desde mi propia experiencia (como me he formado yo como fotógrafa). Soy la pequeña de 5 hermanos y aunque mi familia es de Caudete, nací en Tarragona. A los pocos meses nos fuimos a vivir a Almansa, de donde tengo mis primeros recuerdos. Mi madre tenía una cámara de fotos de carrete, la cual nos acompañaba en viajes y acontecimientos. Ya de bebé más de una vez lloré sin cesar hasta que mi madre me daba la cámara, ya que… ¡la foto la quería hacer yo!

Siempre fui una chiquilla risueña y creativa. A mis padres les hubiera gustado que fuera una niña que sacaba dieces en los exámenes, pero sinceramente estudiar me gustaba lo más mínimo. Adoraba la Plástica: lápices Alpino, tijeras, rotuladores, ceras Manley… podía pasar horas y horas creando cuentos ilustrados con mi amigo Juanjo. Siempre con el deseo de hacerlo todo bien, con paciencia y buena letra.

Durante una temporada acudí a una academia de pintura en Chinchilla los sábados, gané varios concursos de pintura y mis padres comenzaron a regalarme material artístico. Este tipo de material es muy caro, pero siempre me apoyaron y nunca me quitaron ideas de la cabeza, ya que uno de los lemas de mi padre es “en lo que sea, pero el mejor”.

El Bachiller y la carrera

Durante mi infancia nos recorrimos parte de la geografía española debido al trabajo de mi padre. Fue en su último destino donde tuve que escoger un camino: el Bachiller. Ni Ciencias, ni Humanidades, ni la Tecnología iban conmigo. Así que decidí levantarme a las 6 de la mañana y llegar casi a las 4 cada día a casa para cursar el Bachiller de Artes. Primero en Albacete y segundo en Yecla, ¡todo por amor al arte!. Fue una de las mejores decisiones de mi vida. Entre otras cosas, conocí a personas con las mismas inquietudes que yo, me adentré en la belleza de la Historia del Arte y descubrí la magia del laboratorio fotográfico.

En este punto he de nombrar a mi profesor Emilio Pascual. Con él trabajamos el mundo de la imagen como nunca pensé que se podía, de forma interesante y profunda. Analizamos toda clase de publicidad, aprendimos composición, desarrollamos el ojo fotográfico y pasamos horas y horas en el cuarto oscuro de fotografía. Su luz roja, las ampliadoras y con el olor de aquellos químicos hacían que quisieras más y más.

“Solitario sillón en la Colonia Santa Eulalia”

Estaré siempre agradecida a Emilio por elegir varias de mis fotografías para presentarlas a los Premios “Encuentro Menina de la Región de Murcia en torno a la Comunicación Audiovisual”. Obtuve el primer y tercer premio con mis reportajes fotográficos, lo cual me armó de seguridad para estudiar Bellas Artes en Cuenca.

Allí seguí aprendiendo de fotografía, pero además escultura, pintura, dibujo, arte moderno y no tan moderno, y un sin fin de asignaturas (unas muy interesantes y otras igual de interesantes que si te quedabas en tu casa adelantando trabajo).

En algún momento pensé por que no había hecho el módulo de fotografía en vez de la carrera. Con los años me di cuenta que de esa manera no hubiera estudiado a grandes artistas que me inspiraron y que me tendieron la mano para ver el mundo de otra forma. Ni hubiera desarrollado otras habilidades como por ejemplo la escultura.

Educación

Hice el Máster de Educación, ya que en un primer momento pensé que la docencia era mi camino. Así que preparé oposiciones durante dos años, pero nunca se convocaron. Vi un rayo de esperanza cuando vi una plaza para profesor de fotografía en la Escuela de Artes de Murcia. Estudié tanto técnica como autores, pero por más que estudiara esta plaza no fue para mi, ya que el destino quiso que viera que ese no era mi sitio, así que me mandó a vivir Singapur.

Singapur

Allí me armé de valor y quise retarme hacer un proyecto fotográfico 365, todo un año de fotos, una foto por día de esta ciudad. Durante ese año es donde realmente aprendí el funcionamiento de mi cámara, a base de ensayo y error. Ya no era solo salir, disparar y subirla a la red, si no que hubo mucho trabajo detrás de cada foto. Me sumergí en el mundo de los tutoriales para sacar la mejor versión de cada toma. Me convertí en una estupenda guía turística para sacar nuevos puntos de vista de la ciudad. Acerqué un poquito a mi familia y amigos la ciudad en la que vivo y me llené de orgullo y satisfacción cada vez que alguien me decía “¡que fotos más bonitas haces!”. Durante este trabajo me convencí de que realmente con lo que disfrutaba era con la fotografía y no había duda de que quería vivir de ella.

Hotel Marina Bay de Singapur reflejado en el ojo de Soraya.

 

En Singapur continué haciendo fotografías a los niños de mis amigos, retratos y autorretratos, y otros trabajos que hicieron que me recomendaran a otras personas. Y finalmente decidí comenzar mi propia aventura con mi propia marca, Soraya Agulló Photography, con la que pretendo tener un sello personal contando nuevas historias con cierto toque artístico.

Conclusión

Lo que quiero expresar al contar esta historia de mi vida, es que no me levanté un día y dije “¡quiero vivir de la fotografía!”, si no que escalón a escalón he encontrado el camino.

Me gusta la idea de que el fotógrafo digital sea una mezcla de arte, técnica y ofrecer un punto de vista diferente del mundo en el que vivimos. Siento que el arte ha habitado en mis venas desde siempre, pero la técnica es igual de importante y se consigue con trabajo duro del día a día. Para contar una historia diferente es importante el momento de la toma, pero en mi fotografía la magia de la historia llega con la edición en el ordenador, donde está presente todo mi pasado artístico al jugar con mucho cariño con los colores, pinceles, capas y encuadre.

Para mí la imagen tiene que tener su lado creativo, si no para mi gusto es, como si solo retratas un fragmento de la realidad, y para eso tenemos los móviles.

 

Soraya Agulló Fotografía